Trudeau, contra las cuerdas en su reelección tras una campaña plagada de escándalos

«Trudeau es un payaso», dice Tony. En francés, con un marcado acento de Quebec, en la víspera de cita electoral en la que Justin Trudeau se juega su reelección, este vecino de Montreal, de 68 años, parece haberse contagiado del clima agresivo que ha marcado la campaña y que él mismo criticaba un par de minutos antes. «Antes se hablaba de cosas que le preocupan a la gente», dice en plena Rue Saint-Denis, una de las vías neurálgicas de la principal ciudad de la provincia francófona. «Ahora todo han sido ataques personales, el uno contra el otro».

Trudeau y su principal rival, Andrew Scheer, líder del partido conservador, llegan a las elecciones de hoy empatados en las encuestas. Todo apunta a que las urnas arrojarán un gobierno en minoría y su signo dependerá de las alianzas que el partido liberal, que lidera Trudeau, o el conservador puedan entablar con formaciones más pequeñas. Ahí tiene más oportunidades Trudeau, ya que los liberales tienen dos partidos a su izquierda: el Nuevo Partido Demócrata (NDP, en sus siglas en inglés) y el Partido Verde. También tendrá poder de decisión el Bloc Québecois, el partido nacionalista de Quebec que ha crecido como la espuma tras dejar de lado la aspiración separatista.

«Canadá no tiene tradición de gobiernos de coalición»; explica Nelson Wiseman, politólogo de la Universidad de Toronto. Solo ha ocurrido una vez en la historia. En gobiernos de minoría, que sí son habituales, se entablan pactos para permitir gobernar a un partido. Los conservadores, con menos posibilidades de encontrar apoyos, podrían gobernar si obtienen una diferencia de entre diez y quince escaños -para un total de 388- en el parlamento de Ottawa. «Si ese es el caso, la opinión pública estaría a favor de que Scheer formara gobierno».

«La elección se va a decidir por la imagen de los candidatos y de los partidos», asegura Wiseman, tras una campaña de cuerpo a cuerpo, dedicada a minar al rival más que a discutir propuestas. Si lo que decide es la imagen, eso debería beneficiar a Trudeau. Todavía joven para un primer ministro, guapo, adalid del progresismo internacional, informal con su camisa remangada y sus calcetines exóticos, abrazador del multiculturalismo, buenista dedicado y abanderado de la renovación política.

Eso era hace un año. Desde entonces, su imagen pública se ha descosido en una sucesión de escándalos que le han dejado la apariencia de un muñeco roto: el escándalo de corrupción de SNC Lavalin, un gigante empresarial al que su Gobierno trató de favorecer con presiones a la entonces fiscal general; un viaje a India sonrojante, con un uso de ropas tradicionales fuera de lo correcto; las vacaciones pagadas en un isla privada del Aga Khan en Bahamas; y el escándalo acumulado de fotografías en las que aparecía disfrazado de negro, con la piel pintada, algo considerado en la actualidad como racista en Canadá.

Todo esto ha provocado que, a pesar de que la economía marcha bien -el paro está en niveles históricamente bajos- y que Trudeau impulsó parte de la agenda social que prometió en su ascenso al poder en 2015, el primer ministro tiene un índice de aprobación muy bajo, del 32%, según el acumulado que elabora la CBC, la cadena pública de televisión.

Las buenas noticas para Trudeau es que enfrente tiene a un rival todavía más impopular. Scheer, un político joven de carrera, tiene un índice de aprobación del 28%. «Hay muy poco entusiasmo por los candidatos», reconoce desde el campus de la Universidad McGill Daniel Béland, director del Instituto para el Estudio de Canadá, que apunta a que parte de la izquierda siente «arrepentimiento de comprador» por la decepción que ha supuesto Trudeau.

La sensación en Canadá es la de un electorado desmoralizado ante candidatos decepcionantes y tras una campaña barriobajera. Liberales y conservadores se han dedicado a rastrear vídeos o mensajes antiguos en redes sociales de candidatos regionales para atacarse. A la candidata del partido verde se le cazó una foto trucada para que no pareciera que bebía de un vaso de plástico. Los debates fueron verbenas de descalificaciones y solo brillaron Jagmeet Singh, candidato del NDP, e Yves-Francçois Blanchet, del Bloc Quebecois. Una de las fotos de Trudeau pintado de negro la filtraron los conservadores.

«Habrá que ver quién acude finalmente a las urnas», dice Béland, en una elección que se espera con baja participación. «Eso podría ayudar a los conservadores», advierte Wiseman. La igualdad en las encuestas es lo único que podría llamar a más canadienses a las urnas, añade Béland, con un Trudeau centrado en buscar el voto del miedo ante un posible regreso de los conservadores.

Canadá tiende a dar al menos dos mandatos a sus primeros ministros. Solo cuatro en toda la historia del país no han conseguido su reelección. Para un hijo de primer ministro muy popular -Pierre Elliott Trudeau- y estrella mundial de la política sería un bochorno no conseguirlo.

Tomado de https://www.abc.es/

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